Breve conversación con SERGIO, el
creador de las tiendas Natura.
«YO CREÉ NATURA. ¿Y?»
Entrevistador: M H
Este libro lo dedico, de forma
general, a los que de una u otra manera sufren, a los que van en bici por la
ciudad, a los buscadores, a los que practican el buen rollo, a los que no
pueden vivir sin música y a los que reconocen la sonrisa de un niño.
Y en particular:
A mi amigo Xavi.
A Montse, la mujer que me rescató, mi
compañera, la madre de mis fantásticas y maravillosas hijas, Paula, Sandra,
Claudia y Sayana, los verdaderos pilares de mi vida, lo mejor.
A Berta, mi amor.
Y a Esperanza, la protectora de Natura.
Sergio Durany.
«Hay dos cosas infinitas: el universo
y la estupidez humana. Y de la primera no estoy seguro».
Albert Einstein.
Espero que las palabras de
Sergio sirvan a quien las lea como me han servido a mí para, creo, ser un poco
mejor después de la conversación.
Y lo que hablamos, es lo que
sigue a continuación.
H.- ¿Qué pretendes con esta
charla?
S.- Como tu dices será una
breve conversación, no un libro, donde simplemente aparte de no aburrir,
desearía compartir mis reflexiones, sentimientos, inquietudes, en definitiva,
cosas de mi vida.
H.- ¿Tan interesante te
parece, que te permites publicarla?
S.- Mira, no lo sé. Desde
luego no será para alucinar. Sé que no digo nada nuevo, pero tal vez contando algo
sobre mis vivencias alguien se sienta identificado, interesado y acompañado.
La idea me vino
sencillamente porque un día pensé «hombre, con la cantidad de gente que cuenta
cosas ¿por qué yo no?». Y aquí estoy, esperando que también me sirva a mí para
aclararme un poco.
¿Qué te parece si cuento y luego vemos
que tal?
H-Me parece bien.
H.- ¿Y no tiene algo de egocentrismo?
S.- Seguro que lo hay, siempre el ego
está por ahí esperando salir.
Sé que muchos pensarán «mira este burguesito
que ahora va de trascendental y pretende darnos leccioncillas morales».
H.- ¿Y no lo eres?
S.- Sí, lo soy. Y no sabes como me
hace entrar en contradicciones personales… Lo de leccioncillas, para nada.
H.- ¿Qué contarás?
S.- Hablaré de muchos temas:
Que, por supuesto, es básico cubrir
necesidades que implican tener dinero: alimentación, salud, educación,
bienestar… pero ¿cuál es el límite?
Que acumular riqueza sin sentido es
como un jueguecito más, inventado por los humanos para distraernos de la
realidad, para huir de nuestros temores y vacíos.
Que estamos muy mal preparados para
las emociones y relaciones, en un sistema en el que la educación y la familia
fallan.
Que hay muchísimas otras cosas a las
que estamos cerrados; que hay que darse oportunidades para cambiar y abrirnos
si podemos.
Que tenemos que luchar contra lo que
no nos guste de este mundo.
Que nos complicamos muchísimo la vida;
que es bueno hacerla más simple; descomplicarse; no torturarse. Amar.
Que yo caí, como un mortal más, en las
trampas de nuestro sistema: me resultó demasiado tentador y adictivo.
Y puedo afirmarte por mí mismo –y ésta
es mi gran verdad- que es mejor una vida emocionalmente estable que la búsqueda
sin sentido de riqueza material.
Lo malo es que hay que llegar primero
a este estado de bienestar en el que me encuentro ahora para luego darse cuenta
de muchas cosas de las que hablaremos… así que, por mucho que cuente, dudo que
a algunos les sirva de algo.
H.- Cuando dices «Yo he creado Natura,
¿y?» ¿Qué quieres decir?
S.- Que he montado una empresa desde
muy abajo, que he disfrutado y he ganado dinero. ¿Y?
A mí me ha proporcionado más
seguridad, bienestar y algo más de ego. ¿Qué es eso comparado con la
satisfacción personal, con la serenidad, con la paz interior, cuando eres dueño
de tu vida? Nada, te lo aseguro.
Obviamente, tal como está creada
nuestra cultura, a primera vista parece una fantasmada afirmarlo, pero yo ahora
lo siento así.
H.- ¿Y no es compatible?
S.- Sí, pero en mi caso yo no tenía
una buena base emocional. Y por ello me refugié en el trabajo, en la cotidianeidad
y en la rutina, para esconderme de la vida. De mis temores.
H.- ¿Cómo se te ocurrió crear Natura?
S.- Buf… es un tema largo.
H.- Estamos entre amigos, cuenta.
S.- Bien. Empezaré por mis diecinueve
años. Era feliz, superficial e inconsciente. Me preocupaba por ligar, me
gustaba ir al colegio.
Mis amigos tenían motos, casas de
veraneo, hermanos; yo estaba algo acomplejado, inseguro, porque no tenía nada
de todo eso; mis padres no eran un ejemplo de pareja feliz, pero era soportable
porque me adoraban. Todo era más o menos normal. Cuando de repente, una tarde
de domingo, la inconsciencia se transformó en consciencia.
La cúpula de cristal que me protegía
se rompió en mil pedazos, quedando al descubierto, inválido y desprotegido.
Sucedió lo que Eric Frohm define de
forma magistral como «la separatividad».
La separatividad se da cuando tomas
consciencia de tu existencia, de que estás tu sólo ante el universo, de que
mamá ya no está para protegerte y al final te espera la muerte inevitablemente.
Nacemos contra nuestra voluntad y
morimos contra nuestra voluntad.
Así pues, la separatividad es la
fuente de una intensa angustia existencial, y su único remedio, el amor.
H.- ¿Y?
S.- Lo pasé fatal una larga temporada.
H.- ¿Qué significa, lo pasé fatal?
S.- La melancolía y la tristeza se
apoderan de ti. Los atardeceres te desgarran el alma. No sabes donde encontrar
consuelo y te sientes muy solo. Herman Hesse se convierte en tu autor
preferido. Una angustia tremenda te acompaña sin tregua cada día y buscas
desesperadamente un refugio. Te conviertes en un permanente insatisfecho.
H- Caramba ¿Algún consejo?
S- Respira, no te sientas solo. Somos
muchos los que nos hemos sentido así. Háblalo, exprésate, y verás cuanta gente
a tu alrededor te comprende. Solo debes encontrar esas personas que ya pasaron
por ello, de lo contrario no sabrán de qué hablas ni qué estás sintiendo y te
sentirás muy solo. Estás despertando a la vida y a algunos no nos han preparado
para ello.
¿Por qué unos despertamos y otros no?
Misterio y a veces putadita.
Te parecerá un tópico, pero cuanto antes te enfrentes a ti mismo y a tus
temores, mejor.
Y te lo dice alguien que todavía está
en ello, así que ya puedes deducir que es un proceso largo y complejo, por
mucho que los librillos de autoayuda –que todos dicen lo mismo y abundan como
setas- pretendan hacernos creer que es fácil y, encima, nos lo presentan como
un proceso bonito… no te los creas.
H.- Volvamos a tu historia.
S.- Mejor (risa). Este despertar es lo
que ha marcado toda mi vida y ha hecho que mi vida gire en torno a ese
condicionamiento.
Tenía veintidós años, acababa de dejar
medicina. Lo había dejado porque en casa había penurias económicas y debía
empezar a trabajar, y también por mis crisis existenciales (no me concentraba).
Con dos amigos montamos un taller que podríamos
llamar de diseño casero. Le puse el nombre de Zabriskie en honor a la película
de Antonioni, Zabriskie Point, con la
que me identifiqué mucho.
Hacíamos objetos al estilo pop art,
todo era manual. Utilizábamos toda clase de elementos y productos químicos (que
nos colocaban a nosotros y a los vecinos).
Había un producto para el que
necesitábamos latas usadas de refrescos e íbamos a los bares a recogerlas y
teníamos que limpiarlas una a una (¡que peste echaban!); probábamos una parida
tras otra. De ahí salieron objetos como lámparas, ceniceros, mecheros,
portarretratos, relojes, cinturones, vasos… en fin, de todo… que luego
vendíamos a las tiendas, y con lo que ganábamos volvíamos a comprar más
material y vuelta a empezar. Ciclo típico.
Era durillo, pero lo pasábamos en
grande; sin un duro, pero entre amigos y música. Sin tener que madrugar, sin
jefes. Era un tugurio de mala muerte.
Empezamos desde muy abajo, con quince
mil pesetas.
Uno de mis amigos, Remo, tuvo que
dejarlo al tener un hijo, y el otro, mi querido Marco, falleció en un
lamentable accidente de coche.
Seguí solo, por inercia, mientras la
madre de mis hijas, Montse, que trabajaba en algo convencional, ingresaba el
dinero que yo no podía ingresar. Más tarde se incorporó de pleno siendo de una
ayuda inestimable. Al igual que mi padre, junto a su secretaria Eulalia (que ya
había trabajado para mis abuelos), que después de arruinarse se vinieron a
trabajar con nosotros.
Y te puedo asegurar que trabajar con
mi padre a veces no resultó fácil; teníamos visiones distintas y discutíamos a
menudo.
Para un hombre como él, que siempre
fue jefe, tener que trabajar para su hijo fue un poco duro. Pese a su edad era
incansable, con una ilusión y optimismo increíbles. Aún lo sigo admirando y
echando de menos.
Seguimos así mucho tiempo, hasta que
comprendí lo que tantas veces había oído: o compras o vendes, pero no
fabriques, que es lo que hacíamos.
Así que dejamos de complicarnos y
montamos las tiendas Zabriskie que nos costaron lo suyo sacar adelante.
La verdad es que solía darle bastantes
vueltas a como crear algo que, sin gran inversión, me reportara dinero y, a la
vez, reconocimiento. Supongo que las penas económicas vividas en mi infancia y
las ganas de demostrar algo ante los demás me llevaban a ser ambicioso
económicamente.
A mis treinta y cinco años llegó la
inspiración. Había que vender las cosas con emoción.
Las tiendas no podían ser normales y
corrientes. Soñaba como a mí me gustaría que fueran las tiendas. Cada noche en
la cama, con los ojos cerrados y con música, imaginaba esa tienda una y otra
vez, la visualizaba. Siempre he sido nocturno.
A partir de la puesta del sol es
cuando leo, escucho música, me relajo,… lo vivo de una forma distinta, como si
mientras hubiera este sol no me lo pudiera permitir. Siempre he sido de cenas,
no de comidas.
Cuando estoy más angustiado o
existencialmente inquieto es durante el día.
Bueno, sigo.
Creía tener una buena idea pero no tenía
apenas dinero, lo que me producía una inquietud importante ya que si salía mal,
la caída podía ser dura.
Tuve que recurrir a la búsqueda de socios,
que rechazaron amablemente mi propuesta. ¿Estaba yo equivocado? La renta del
local era una animalada para aquellos tiempos; luego había que decorarlo y
comprar la mercancía.
Para mi nivel económico todo parecía
una temeridad; la tensión en casa, con dos hijas, era notable. Al fin opté por
irme de viaje y, si a la vuelta, el local permanecía libre, sería la señal y me
lanzaría. Así fue.
Gracias al aval del piso (que era de
mi mujer) pudimos conseguir un crédito.
No podíamos fallar, teníamos que transmitir
algo distinto. A través del olor, la música, la luz, los colores, los
productos, transmitir emociones e intentar mantener siempre un equilibrio entre
principios y rentabilidad.
El reto era que había que hacerlo todo
sin apenas dinero. La decoración y materiales lo más sencillos posible pero
efectivos; todo era fachada, detrás no había nada.
Debía parecer que viajábamos por todo
el mundo buscando productos muy seleccionados. Poder ver las cosas que hay en
otros países, oler, oír, tocar.
Las personas, al entrar en la tienda,
deberían sentirse diferente a como se sentían en otras tiendas. Este era el
motor, la inspiración y el objetivo.
Pero teníamos mucha ilusión y
dedicación, creíamos firmemente en el proyecto Así, a base de constancia,
ilusión, energía y sufrimiento, conseguimos el éxito de Natura, pero siempre en
plan muy familiar.
Ahora, con la perspectiva del tiempo,
siento que tuvimos mucho mérito empezando desde tan, tan abajo.
H.- ¿Tienes una visión especial para
los negocios?
S.- Creo que sí. Es algo innato, un
pequeño don heredado de mi padre. Y lo supe desarrollar, simplemente. Es como
si supiera lo que la gente va a comprar... tiene algo de mercader. Luego se
complica y se convierte en una empresa, pero el origen es ser comerciante.
A medida que Natura crecía, mis neuras existenciales seguían ahí. No me
fue nada fácil compaginarlo. Cuántas veces me he planteado « ¿Qué estoy
haciendo yo en este trabajo? ¿Es esta la vida que deseo?» ¡Cuanto he tenido que
disimular mis estados de ánimo!
Suerte que siempre tuve un termómetro
interior instintivo que me señalaba un límite de horas a partir del cual me
sentía mal, vacío, sin sentido y que me obligaba a parar e irme.
Creo que saber escucharse es bueno, no
pasar por encima de tus emociones.
H.- ¿Enseguida tuvisteis éxito?
S.- Sí. La suerte del momento ayudó
mucho.
Yo no me quería complicar la vida. Me
recomendaban que montara franquicias, que era un buen sistema y yo no sabía ni
lo que eran.
¿Me quedaba como estaba o me lanzaba?
Me agobiaba crear algo que luego fuera una losa que tienes encima y que no
puedes soltar. Obviamente tenía mis momentos de subidón, mi ego, mi codicia,
pero no lo tenía claro. Al final, triunfó la ambición.
Recuerdo que nuestro primer contrato
de franquicia lo sacamos de un ejemplo de texto que venía con el programa Word
de un Mac que ahora está en los museos de arte moderno. Allí donde ponía Pepito
lo cambiábamos por Natura. ¡Mira tú qué fácil! Sin abogados ni historias. Aún
hoy en día no me explico cómo hemos llegado a ser un grupo con casi doscientas
tiendas en diferentes líneas y con distintos nombres.
Sin planificación, sin publicidad, sin
normas, en un pequeño caos diario. Somos lo contrario de lo que se estudia en
las escuelas de negocios. Improvisamos cada día, con prudencia y sin grandes
ambiciones, dejando fluir, huyendo de los convencionalismos empresariales.
Incluso la incorporación de Esperanza (la protectora de Natura) fue de lo más
casual. Y puedo asegurar que sin ella y Montse nada hubiera sido igual.
Creo que no podría tener una empresa
de estas que salen en la prensa o en la tele. Nunca me creí este rol de
ejecutivo agresivo…Me provocan alergia.
Ahora sé que no sería igual, todo ha
cambiado tanto en diez años. Me temo que repetir un éxito como el que tuvimos,
con tan poco dinero, seria imposible.
Actualmente las barreras de entrada
para empezar una empresa son brutales, todo esta copado, no hay huecos.
Así que los jóvenes que desean empezar
una empresa lo tendrán francamente mal. Todos acabarán trabajando para grandes
corporaciones.
H.- Un poco catastrófico, ¿no?
S.- Piénsalo por un momento y dime
cuantas empresas de cierto volumen conoces aquí en España creadas estos últimos
cinco años y que no pertenezcan a un grupo.
H.- Pues no se me ocurren muchas… ¿Te
cambió el éxito de Natura?
S.- Sí. Tu ego engorda, la gente te
alaba, te respeta más… claro que hay cambios, y ya no digamos económicos. Las
miserias en tu vida cotidiana desaparecen de golpe. De pronto, de llegar
justito a fin de mes pasas a no tener que pensar en el dinero. Te conviertes en
Sergio, el de «Natura».
Juegas a ser empresario, tienes poder,
hay que tomar decisiones, la gente debe escucharte en las reuniones, la vanidad
se dispara al igual que la codicia, debes estar alerta a no creértelo
demasiado, mantener siempre la empatía, la sensibilidad.
Te pondré un ejemplo: Imagina que
propones en tu empresa una reunión a las ocho de la noche. Esta reunión la
convocas porque hay un problema, pero siempre será, en el fondo, para ganar más
dinero. Tu estás sacrificando tu vida privada porque así lo quieres ¿Te hace
más feliz eso? Vale. Pero tienes que ser consciente que estás jugando con las
vidas de las demás personas. Ellos tal vez no tienen tus mismos puntos de vista
con respecto a ganar dinero y valoran estar con la familia. Eres tú el que hace
que esa gente llegue tarde a casa, que no vean a sus hijos y que, teniendo unas
ideas opuestas a las tuyas, tengan que tragar con éstas. Darse cuenta de esto
es empatía, ser sensible y humano, de como tus acciones o decisiones perjudican
a otros.
Puedes creerte un ejecutivo agresivo
constantemente y seguro que te lo pasarás bien, pero si eres un poco sensible
debes darte cuenta que a veces estás jugando con la vida de otras personas.
Las empresas y empresarios deberán
cambiar a toda máquina su manera de concebir el logro del beneficio económico
para adaptarse a los cambios emocionales y personales que se están gestando. El
concepto actual de empresa quedará obsoleto pronto.
H.- ¿Cómo se lleva tener algo de
dinero?
S.- Muchas personas dicen «si tuviera
tanto, si me tocara cuanto, intentaría cambiar el mundo y me iría a África,
sería solidario y lo donaría casi todo». ¿Y sabes por qué lo dicen? Porque no
lo tienen.
Cuando lo tienes, dejas de soñar, te
vuelves avaricioso, temeroso y solo quieres más y más, no hay límite. Temes
perder lo que tienes.
¿Por qué nos cuesta tanto
desprendernos de los bienes materiales? Cuando nada se tiene, nada temes
perder. Cuanto más tienes, más temes.
Tenerlo es una prueba que hace que te
lo plantees cada día. Por supuesto que es agradable tenerlo.
Mira, yo ahora me puedo dar el gusto
de escribir esta especie de charla, por ejemplo.
Hay que diferenciar, a mi modo de ver,
lo que es la pobreza, la miseria y la riqueza.
La pobreza es el estado en el cual hay
verdadero sufrimiento físico. La alimentación es una preocupación, se carece de
sanidad y educación.
Las miserias se producen cuando ganas
dinero, más o menos lo suficiente para sobrevivir, pero no para arreglarte la
dentadura, pagar al contado las cosas, no poder ir de vacaciones en verano , no
poder cambiar los neumáticos gastados del coche… en fin, lo que ya sabemos y
que crea tensiones familiares importantes.
La riqueza, por el contrario, puede
ser mayor o menor, pero pasas del umbral de las miserias a poder estar más
tranquilo económicamente.
Pero realmente, si pasamos a ese
estadio, las diferencias son relativas si las observamos objetivamente. Y hay
una tremenda diferencia entre estos tres niveles de economía.
H.- ¿Cómo surgió el premio Natura?
S.- Como una consecuencia más de
nuestra filosofía empresarial. El primer año ya nos sentimos con la obligación
de compartir algo del beneficio obtenido.
H.- ¿Y no lo utilizáis como campaña de
marketing para promocionaros?
S.- Siempre hemos sido reacios al
marketing con un tema tan serio.
Te contaré algo referente a este tema:
El otro día, según publicó La Vanguardia,
una asociación sin ánimo de lucro recaudó el año pasado cuarenta mil euros que
fueron destinados a un proyecto solidario. Hace unos meses, esta asociación
organizó otra cena, a trescientos euros el cubierto, para volver a recaudar
fondos. Al acto asistieron todas las personalidades de la alta y selecta
burguesía catalana atraídas por la presencia de un prestigioso empresario del
textil, cuyo patrimonio, según la revista Forbes,
asciende a mil seiscientos millones de euros.
H.-…
S.- ¡Por el amor de Dios! Cualquiera
de estas personas puede dar un talón de cuarenta mil euros en un parpadeo y
ahorrarse toda esta parafernalia de cenita. ¿Para qué asistir? me pregunto.
¿Por qué no envían directamente su aportación, informándose previamente y
donando lo que crean necesario? Entre todos los que fueron a la cena, si
sumamos sus fortunas, alucinaríamos. Y juegan a cenas solidarias donde dejarse
ver es más importante que la causa.
Cuidado con este tema, del cual creo
que se está abusando, y más cuando llegan las fechas de Navidad, donde la
frivolidad se entremezcla con temas muy serios.
Hay actos, y me consta personalmente,
en los que realmente los asistentes y organizadores son gente sencilla y de
corazón, donde humildemente intentan recaudar lo que pueden para causas justas
y necesitadas.
H.- Volvamos al premio Natura.
S.- Empezamos en el 92 con una
aportación de 6.000 € y cada año hemos ido aumentándola hasta hoy, que está
dotado con 150.000 €. En total han sido más de 800.000 € entregados durante
estos 15 años a distintas ONG’s, asociaciones y fundaciones con los que se han
financiado proyectos dirigidos a preservar nuestro planeta o a ayudar a
personas en situaciones de primera necesidad en países como España, India,
Kenia, Congo, Malawi, Gambia, Ghana, Perú o Kirguizistán, entre otros.
H.- No está mal para vuestro nivel,
¿No?
S.- Lo importante es la continuidad;
ir sumando año tras año. Tampoco creo que tengamos que darle mayor importancia.
Es un logro de todos los que trabajan en la empresa y de nuestros clientes, que
saben que una parte del importe de sus compras sirve para financiar estos
proyectos.
Me da igual que una empresa gane diez,
cien o mil. Todas pueden y deberían ser agradecidas y devolver una parte de sus
ganancias, cada una en relación con su volumen.Me
consta que muchas empresas ya lo hacen con grandes sumas de dinero y
anónimamente hace ya tiempo, pero repito la palabra algunas .
Creo que es una obligación moral de
todos para equilibrar un poco las injusticias sociales y que, al no ser
asumidas por los gobiernos, tienen que asumir las ONG o particulares.
Se llama premio Natura porque también pretende
ser un reconocimiento a la labor de tantas personas anónimas que entregan su
vida a labores humanitarias o ambientales.
El dinero del premio siempre es
manejado por personas que saben lo que están haciendo, que son profesionales.
Personas a las que admiro profundamente.
Un comité decide quien es el ganador
de cada edición y se encarga del seguimiento del proyecto. Hasta la fecha todos
se han ejecutado con los presupuestos y plazos previstos.
H.- Habrá gente que diga: «claro, como
desgrava».
S.- Sí, claro, desgrava, pero no dejas
de pagar. Si quieres lo explico, aunque es un rollo de números.
H.- Sí, por favor.
S.- Mira, si gano 1.000, pagaré 350 de
impuestos y me quedo con 650 limpios. Si gano 1.000 y doy 100, que me deduzco,
pagaré 315 en lugar de 350 en impuestos, pero me quedarán solo 585 limpios. La
empresa, pues, dando estos 100, se queda con 65 menos (diferencia entre 650 y
585) por haber entregado 100. El Estado acaba cobrando 35 menos porque la ONG
no tributa por los 100.
H.- ¿Natura controla de alguna forma
la fabricación de los productos?
S.- No. No podemos controlar todo el
proceso. Nunca nos hemos definido como comercio justo ni empresa ecológica ni
alternativa. Nunca hemos utilizado esos términos, ya que hubiéramos mentido.
H.- ¿No tendría que dar ejemplo y
hacerlo?
S.- Hoy, todavía lo veo imposible.
Conseguimos controlarlo solamente en algunos casos, en India, por ejemplo,
donde producen familias a las que conocemos desde hace muchos años. Pero en
general no tenemos medios para hacerlo. No tenemos suficiente envergadura de
empresa como para hacer una auditoria permanente, proveedor por proveedor,
desplazándonos pueblo por pueblo para controlar las condiciones laborales. Lo
cierto es que tenemos que conformarnos con preguntar y creer lo que nos dicen.
H.- Imagino que esto habrá conllevado
ciertas críticas o alguna sonrisa irónica.
S.- Sí. Somos muy criticables.
Fabricamos en China porque es más barato. ¿Y por qué fabricamos en estos
países? Porque aquí no sería competitivo. Y si queremos existir, tenemos que
seguir ese juego. De lo contrario, Natura no existiría. Es una cuestión de
supervivencia empresarial.
H.- ¿Hay quien piensa que todo esto
está en contradicción con las ayudas que luego prestáis?
S.- Puede ser. Lo entendería.
H.- Natura, ¿mantener o vender?
S.- A veces se me plantea la duda.
Pero de repente pienso ¡No! No me da la gana de caer en la tentación que te
pone el sistema o el dinero. Yo siempre he admirado a la gente que no tiene
precio.
H.- ¿Todos tenemos un precio?
S.- No todo el mundo, por fortuna. Pienso,
por ejemplo, en tantos campesinos que tienen una oferta millonaria por sus
tierras pero siguen levantándose a las cinco y media de la mañana para
trabajarlas y piensan que para qué vender si esta es la vida que quieren
llevar. Bien por gente así, con principios e ideas claras.
H.- ¿Como enfocas ahora tu trabajo?
S.- Desde hace algún tiempo me
planteaba que una de las ventajas de tener dinero podría ser tener tiempo.
Entonces, ¿por qué no hacerlo? Así que decidí ir al despacho solamente algunas
mañanas a la semana para mantener la dirección del negocio de la misma manera
que lo he llevado siempre. Y el resto del tiempo «me lo he quedado».
Ahora estoy aprendiendo a aburrirme, a
vivir con calma, y mira qué fácil parece y qué difícil resulta después de
tantos años de no hacerlo y tantos hábitos creados; es un cambio de vida
bastante radical.
H.- Esto sí que es un lujo.
S.- Claro. Pensé: « ¿Qué me puede
aportar el tener más dinero? Nada». No tengo que trabajar si no me apetece,
debo ir por ilusión, no más excusas para no vivir de otra forma o, por lo
menos, intentarlo.
Claro que asusta y te engañas a ti
mismo de mil maneras y alargas la decisión.
Un dilema curioso, que era una de mis
excusas, que seguro que nos planteamos a menudo en silencio y me gustaría
compartir: ¿Ahorro para la vejez? ¿Cuánto he de preocuparme por mis hijos?
¿Cuánto necesitaré?
Es una dicotomía que tiene narices.
¿Trabajo más para ganar más y así ahorrar pensando en el mañana? ¿Pero entonces
no me dedico a vivir el presente, no lo disfruto ahora que puedo? ¿Y si mañana
me voy de golpe de esta vida? ¿Carpe diem?
¿Entonces? (risas). Lo que es patético
es toda esa gente avariciosa que acumula y acumula grandes riquezas hasta el
último día de sus vidas, como si se las pudieran llevar al más allá.
H.- ¿Qué otras profesiones te gustan,
aparte de la tuya?
S.- Médico, director de cine o
compositor de música. Cualquiera de esas tres. La mía, comerciante, no la
valoro tanto.
H.- ¿Es una de tus tantas
contradicciones?
S.- No. Me gusta lo que hago porque
monté un tipo de empresa a mi imagen y semejanza. Pero al fin y al cabo, la
definición de lo que hago es el comercio. Y, en sí, el ser comerciante no tiene
comparación con otras profesiones que recompensan más, social o
humanitariamente hablando.
Creo que una de las poquísimas profesiones
que puede dar sentido a la vida por sí misma es la medicina. Humanamente bien
entendida.
H.- ¿Ahora habéis creado KOAN aquí en
Barcelona?
S.- Sí. Es un proyecto muy interesante
y bonito que nace de reflexionar sobre qué hacer para ser mejores personas,
para cambiar actitudes mentales rígidas y establecidas, para ayudar en
problemas emocionales, para dar conocimiento, serenidad, pero, principalmente,
para despertar conciencia, ser solidario y actuar.
Que sea útil a las personas de una
forma u otra. Este es nuestro cometido.
H.- Suena pretencioso.
S.- Bueno, lo es. No sé si lo
conseguiremos. Veremos. Creemos que a través del yoga, la meditación y otras prácticas,
dando charlas, conferencias, debates, podemos crear un vínculo de unión entre
todos los que sentimos esta necesidad de búsqueda y cambio tanto personal como
social.
H.- Y ¿cómo se mantendrá?
S.- A través de unas cuotas muy
razonables.
H.- Ya. Pero eso suena a negocio más
que a algo altruista.
S.- Qué va. Es un proyecto ambicioso,
por el tamaño del centro y por la calidad y cantidad de profesorado. Solo con
que fuera sostenible ya nos daríamos por satisfechos. Dentro de un año nos
plantearemos como lo hemos hecho, adonde hemos llegado y si los objetivos que
nos habíamos trazado han sido cumplidos.
H.- Cambiamos de tema; tengo anotado
que te entusiasmaron los documentales que emitió TV2 los domingos. Creo que se
titulan Otro mundo es posible.
S.- Enhorabuena a Carlos Estévez, creo
que es el autor. ¡Qué buenos han sido! Entrevistas a Jean Ziegler, Eduardo
Galeano, Manu Chao, James Lovelock, entre
otros muchos. Dicen cosas muy interesantes y comprometedoras que despiertan
gran conciencia social y te revuelven por dentro. Viéndolos, no hay nada más
que añadir.
H.- Son documentales
antiglobalización, ¿no?
S.- Exacto. De esta mentira llamada
globalización con la que nos hacen creer que a la gente les va a llegar a todos
el mismo bienestar, cuando lo que imponen es un sistema ultra-capitalista que
hace que los ricos sean más ricos y los pobres más pobres.
Bien entendida, podría ser interesante
para el mundo, pero no como se está realizando.
H.- Momentos contradictorios ¿no?
S.- Estamos en un mundo absolutamente
loco. Por un lado encuentras personas que te hablan de espiritualidad, de paz,
solidaridad, ecología, y por contra cada vez hay menos libertad, menos
compasión, un capitalismo salvaje y un desequilibrio entre países de vida o
muerte.
Unos datos que todos creo que sabemos
ya: «cien mil personas mueren cada día por motivos de desnutrición en el mundo».
«Ochocientos cincuenta y seis millones de personas permanecen mal nutridas». La
FAO afirma que hay comida para doce mil millones de personas y somos seis mil.
¿Y el tema de los medicamentos? ¿Y el agua? ¿Y los gobiernos impuestos por
otros países? ¿Y la fabricación y venta
de armamento? ¿Y la corrupción? ¿Y tantas y tantas cosas?
Todo por intereses políticos y económicos
jugando con vidas humanas y, como siempre, los perdedores son los niños, los
ancianos, los enfermos, los agricultores o simples y humildes trabajadores.
Algunos días, cuando veo tanta
injusticia y corrupción, me abato, me supera tanta complejidad y tan pocas
mejoras. Pasaría del hombre y me largaría a una cabaña. Somos todavía demasiado
complicados y complejos. Claro que hemos mejorado como especie en cuanto a
calidad de vida superando grandes retos evolutivos (pagando un coste que pronto
nos pasará factura).
H.- ¿No crees que ahora la gente está
muy acomodada, que no quiere pensar en rebelarse contra nada?
S.- Sí, estamos muy acomodados. Nada
cambia. Sobran datos e información y falta acción para dejar de jugar a las
lamentaciones.
No podemos dejar pasar más tiempo con
esta actitud semipasiva, justificándonos eternamente. Basta.
H.- ¿Tú no crees que si mañana
aparecieran líderes o coordinadores que nos llevaran a la lucha contra todo esto,
pasado mañana no estarían vivos?
S.- Pues no lo sé. Tendrán que ser
valientes.
H.- ¿Otro mayo del 68?
S.- Algo así, pero con continuidad.
Durante un mes tuvieron en vilo a todo el sistema. Luego, a la larga, no sé si
ha servido de mucho, pero siempre será una referencia. Toda acción sirve. Para
bien o para mal.
H.- ¿Y quiénes podrían ser?
S.- No tengo ni idea. Pero tal vez
personas como Satish Kumar (nacido en India y desde 1973 afincado en
Inglaterra, es el guía de un gran número de movimientos ecologistas y
educativos).
H.- ¿La culpa de todo la tienen los
Estados Unidos, como piensa mucha gente?
S.- Estados Unidos es un país muy
grande. Y hay mucha gente. Es cierto que ahora la tendencia es culpar de todo a
los americanos, pero tienen cosas buenas con gente muy válida, tanto humana
como profesionalmente. La gente ve a Bush y a otros como él y los confunde con
el resto de los norteamericanos. Y no es justo.
América, como Italia, Francia, España,
Inglaterra, Australia o cualquier país, tiene cosas que pueden considerarse
buenas y malas. La componen seres humanos.
Para mí, lo peor que tienen los USA es
su colonialismo cultural mundial, su Coca-colonización,
para así favorecer sus intereses, mientras estamos perdiendo la diversidad
de culturas.
H.- ¿Es necesario irse a África o a
lugares lejanos para ayudar a los necesitados?
S.- No, desde aquí muchísimas personas
están realizando una labor magnifica y muy comprometida.
Pero yo, si fuera valiente y
desapegado, estaría ahora en África. En el frente de batalla. Viendo,
aprendiendo, valorando, intentando estar y respetando humildemente para después
intentar ser útil allá donde pudiera serlo.
Llevar agua, por ejemplo, donde
prácticamente no la hay, es llevar la vida. Creo que lo que marca la diferencia
entre pobreza y supervivencia es el agua.
Aquí, en la Europa civilizada, estamos
tan tontos que importamos agua de países tan lejanos como Canadá, en botellas
de diseño. Barcos cargados de algo que no necesitamos y pagamos una animalada
por ellas. Mientras que en otros lugares del mundo caminan seis horas para
recoger apenas unos litros. No tiene sentido.
La gente conoce África por las fotos,
por reportajes, pero no se puede comparar con una vivencia propia. Yo no puedo
opinar sobre lo que no conozco, pero sí de lo que he visto, y aunque sea poco,
puedo afirmar lo que digo.
Tú puedes leer o ver como alguien es
capaz de escalar a ocho mil ochocientos cuarenta y ocho metros de altura sin
oxígeno y como a cada paso siente que le falta el aire y debe descansar, ves
como se ahoga, sufre, ¿pero sentirlo? Solo si escalas estos metros podrás
experimentarlo, sufrirlo, sentirlo, y seguro que luego lo valorarás mucho más.
Sólo escuchar a cooperantes que han
trabajado en un campamento de refugiados de quinientas mil personas me perece
tremendo. Imagínate vivirlo. Es imposible que nadie imagine como debe ser.
Porque no hemos estado a treinta y ocho grados, oliendo, viendo, escuchando el
lamento colectivo de niños, ancianos, mujeres, bebés. La impotencia ante tal
dolor y ante la falta de dignidad humana, esto te debe derrumbar psíquicamente.
Desde aquí mis respetos y admiración
por Médicos sin Fronteras.
Aquí, más o menos, la gente tiene de
todo, algunos pensarán que no, pero comparado con otros lugares te puedo
afirmar que ni se imaginan lo mucho que tienen. Les faltan medicinas,
alimentos, agua, educación, futuro, derechos… les falta lo más básico.
Claro que intentan llegar hasta aquí
como pueden, atraídos por este desmesurado lujo que ven por la televisión.
Mientras no arreglen sus necesidades primarias allá en su país, esto será
imparable. La única solución es equilibrar tanta desigualdad entre ellos y
nosotros, y para ello tenemos que echarles una verdadera mano en sus países de
origen.
¿Qué pasaría si en un país llamado «civilizado»
alguien muriera de hambre? ¡¡¡Hambre!!! Parece inimaginable. No tener nada que
comer o beber y acabar muriendo. La noticia sería un drama nacional.
Pues pasa a diario en muchos países y
lo estamos permitiendo.
¿Los banqueros, políticos,
constructores, magnates, militares? Estos son los principales culpables de la
destrucción del planeta y de la injusticia humana; por supuesto siempre hay
excepciones, pero la mayoría destruyen la tierra y explotan a la gente.
¿A costa de qué, pueden las
multinacionales ganar tal cantidad de dinero?
Nos olvidamos que somos
animales que hablamos, no nos gusta reconocernos así. Queremos ser y
representar la especie superior dominante. Y así, sin quererlo, nos separamos
del TODO.
Desde la cumbre de Río en el 92 no he
visto ni un solo cambio en cuanto a flora, fauna y contaminación. En muchos
países ya es tarde. Y me temo que pronto lo será en todo el mundo.
Hemos sido y somos crueles con los
animales, crueles con la naturaleza, en definitiva, con este planeta. Actuamos
de una manera enfermiza, irracional. Como si de una posesión dominadora se tratara.
Teniendo que demostrarnos a nosotros mismos el dominio sobre ella. Sin ningún
tipo de escrúpulos. Matar, destruir, dominar. Parece que no sepamos hacer otra
cosa.
¿Alguien me puede explicar cómo hoy en
día un país tan civilizado y respetuoso con el medio como Islandia, con una
naturaleza tan extrema y hermosa, puede volver a cazar ballenas una vez acabada
la moratoria? ¿Es realmente necesario? ¿Su economía depende de ello? ¿Por ser
una costumbre cultural, deben asesinarlas? ¿Sus habitantes están de acuerdo? No
me lo creo.
La sopa de aleta de tiburón, angulas,
caviar, cuernos de rinoceronte, garras de tigre, marfil, pieles de oso o de
foca, manos de gorilas, selvas destrozadas, mares casi sin vida, lagos secos,
montañas quemadas, tribus al borde de la extinción. Etnias humilladas,
masacradas, aplastadas culturalmente, hacinadas, como si de un espectáculo se
tratara, perdidas, desorientadas, esperando un final trágico.
H.- ¿Y cómo ves la situación aquí?
S.- Están viniendo los ingleses, los
suizos, los holandeses, los suecos, los alemanes, los noruegos a vivir su
retiro soleado… a convertir la península en el paraíso de la jubilación. Es un
drama ver tanto abuso urbanístico, tantos desastres ecológicos. A ver si
aguanta tanto consumo de agua, energía, ruido, campos de golf, coches… Y cada
día mas puertos, atestados de yates enormes que cuestan una verdadera fortuna.
El Miami del Mediterráneo será pronto todo el levante español y las Baleares.
Que hagan estudios y nos digan si podemos aguantar todo eso.
¿Y qué me dices de la especulación
inmobiliaria? ¿No debería hacer algo el gobierno de turno? Es un gran problema
para mucha gente ¿no?, pues nada no se meten. Cobardes.
H.- Pero a los que hacen los estudios
luego no les hacen ni caso.
S.- Una vez más. Estamos contaminando
cada día millones de personas, y ahora, cuando Rusia
China e India se nos unan, esto va a ser de locos. Más de la mitad de la
población tendrá parque móvil. ¿Y la energía que necesitarán para todas sus
ansias de progreso?
Y luego hacen que nos sintamos
culpables nosotros, los simples ciudadanos, proponiéndonos que reciclemos o
ahorremos energía, que seamos solidarios. Tiene narices el asunto, nos
trasladan a nosotros las consecuencias de sus acciones, sin que sean las
empresas o los políticos los que asuman las responsabilidades. Una vez más nos
manipulan y tragamos.
Políticos, qué rollazo de personas son
la mayoría, mentirosos por obligación, sin carisma, sin coherencia, sin ética,
sin empatía, sin compasión, solo con prioridades económicas y sin visión de
futuro ecológica ni humana. Son como los actores secundarios. ¡Me aburren
tanto!
H.- ¿Y tu que haces?
S.- Poco todavía.
H.- ¿Estamos muy manipulados?
S.- Total y absolutamente. Estamos
adormecidos. Nos atontan con la televisión, con prensa vendida, con deportes,
política, consumo, ilusiones, esperanzas, mentiras, miedos. Siempre ocupando
nuestro vacío interior. Es fácil y adictivo. Les interesa tenernos así. Y todos
caemos; yo, el primero.
Nos dicen cuando tenemos que coger
nuestras vacaciones y todos como borregos lo hacemos. Nos lo exigen.
Vacaciones, qué forma tan antinatural le hemos dado al descanso.
Yo creo que la gente, si pudiera,
tendría que elegir los trabajos en función de las posibilidades de elegir sus
días de respiro.
H.- Pues si ya está mal lo de
encontrar empleo y encima vamos con exigencias…
S.- Pues yo aún diría más, aparte de
coger unos días para estar con la familia, deberíamos contemplar tener algunos
días para uno mismo en soledad.
Es interesante y necesario estar a
solas contigo mismo. Es un ejercicio importante. Una buena prueba y
oportunidad. Te resitúa en tu vida y en ti mismo, te distancias de la rutina
diaria. La monotonía se rompe y esto te da un tiempo nuevo, distinto, que
aprovechas para reflexionar. Adquieres objetividad y aprendes.
H.- Yo lo hago también de vez en
cuando. Lo necesito. Simplemente me voy solo dos o tres días. No diré que
medito exactamente, pero sí que rompo con lo habitual.
S.- Exacto, de eso se trata, y si vas
en tren mejor, dejar el coche al margen. El coche, uf, qué importancia tan
ridícula le damos. En Barcelona, donde tenemos metro, autobuses, carril bici… incluso
la moto, me da igual… y todos en coche. Además, los coches me parecen enormes
para la ciudad y normalmente ocupados solo por una persona. ¡Qué gasto tan
prescindible de tiempo y de energía!
Los jóvenes sí que lo entienden. Los
ves a muchos con su bici, o paseando sin prisas, con su música, ajenos a la
porquería de mundo que han heredado... No oyen ni las sirenas, ni los atascos,
nada. Sienten el sol, el frío.
H.- Creo que el estatus de la gente ha
cambiado. Antes, los privilegiados tenían coche y viajaban por el mundo, hablo
de hace más de treinta años; ahora, eso lo hace todo el mundo, así que lo sabio
sería poder vivir sin coche y viajar, en vez de a Cancún, a Cuenca, por
ejemplo.
S.- (Risa) Pues esa será la
tendencia, trascender las grandes aspiraciones, cambiar exigencias por
preferencias, por una vida sencilla, donde la satisfacción interior será la
prioridad y la respuesta. Ese será el futuro de nuestra cultura. Se llama slow down.
Pero es fácil hablarlo desde
aquí, donde vivimos como reyes. En otros países si leyeran esto se morirían de
risa, cuando apenas tienen nada y sufren.
H.- El turismo se ha convertido en una
plaga. El mundo cada vez es más un parque temático que se consume en viajes
rápidos, en grupo y yendo todos a los mismos sitios.
S.- Sí, es cierto. El marido llama a
su mujer y dice que en la agencia no quedaban reservas para irse al Mar Negro y
ella le dice «pues coge uno a Turquía, o al Senegal... donde te parezca». Se
viaja por viajar, sin sentir, sin pensar a donde y porqué se va.
Es el efecto mimético. Igual que
cuando algún conocido se compra un buen coche; tú no vas a ser menos y deseas
lo mismo. Si tus conocidos viajan a un país, tú debes hacer lo mismo.
H.-…
S.- Viajando somos una especie de
carcoma. Lo invadimos todo, destrozamos la naturaleza, las culturas. Los
aviones apenas tienen espacio de tanto tráfico aéreo y contaminan de una forma
brutal.
Lástima, porque el viajar a veces es
fantástico… repito, a veces. Tienes una comprensión más amplia de la vida,
adquieres conocimiento, aprendes sobre otras culturas y admiras sus formas de
vivir. Desconectas. Es una gran lección para volverte más solidario y
contemporáneo con el mundo.
Pero también tiene el efecto
contrario, el aborrecer al ser humano cuando ves en directo tanta injusticia, corrupción, explotación,
contaminación… y es cuando piensas: «que jodido está todo y que poca solución
le veo a todo este desmadre…y, como siempre, pringando los niños, los ancianos,
los enfermos o la gente del campo»… ¡Uf! A veces me supera y me iría a una
cabañita a perderme.
H.- Para viajar se necesita dinero.
Por lo menos un mínimo.
S.- Sí, para ir a países lejanos. Una
de las cosas que me ha proporcionado el tenerlo es poder escoger los destinos y
viajar más cómodamente, si así lo quiero. Puedo escoger, me da libertad, tengo
opciones y esto realmente es bueno.
H.- Se avecinan, me temo, tiempos de
menos espiritualidad y concienciación aún que los actuales.
S.- Todo lo contrario. Existirán cada
vez más posturas radicalmente opuestas. Cuando tan solo un 15% de la población
mundial desarrollada económicamente despierte será imparable, será el proceso a
la inversa al que hasta ahora hemos llevado. Será un decrecimiento. Una
desaceleración inevitable.
Por eso creo que es un momento
interesante. En diez años veremos que se aplicará más la espiritualidad, la
sencillez en nuestras vidas. Veremos unas empresas más humanizadas y la
recuperación y nacimiento de nuevos valores. De hecho, creo que ya ha
comenzado.Desde luego siempre bajo una perspectiva
occidental claro.
Las personas escogerán ganar menos a
cambio de tiempo. Estamos asistiendo al renacer de unos valores, a un nuevo
sistema de pensar y sentir.
Por contra, seguiremos todavía una
temporada muy larga en manos de esos señores a los que no les preocupan ni las
vidas humanas ni la destrucción de este planeta, que manejan a los gobiernos y
el orden mundial, que son insaciables y no conocen la palabra escrúpulos. Son
inmensamente ricos y poderosos.
Primero debemos recuperarnos a
nosotros mismos y luego luchar.
Son esos llamados asesinos sin rostro
y nosotros sus cómplices, que aún sabiéndolo, lo estamos permitiendo.
Ojo a los incidentes que ha habido
recientemente en Francia o Dinamarca. Puede ser que todos los inmigrantes y
jóvenes a los que se les cierra el acceso al «paraíso» que cada día les
anuncian, descubran la mentira, se unan y se rebelen en cualquier momento y
lugar. Es un polvorín que puede estallar en cualquier instante.
H.-...
S.- Es que se les ofrece y promete
tanta riqueza, tanto bienestar a todas horas que, al ver que nunca van a llegar,
que todo es mentira, la rabia les haga entrar en un estado de violencia y
arrasen con todo. Y por mi parte lo entendería. Todo ha cambiado tan
rápidamente y tienen tan pocas oportunidades y alternativas.
H.- ¿No acabarían rápido con
ese tipo de revuelta?
S.- Indudablemente, bajo la apariencia
de democracias laten unos principios económicos del gran capital que hacen que
los gobiernos estén preparados para controlar los pequeños movimientos de
sublevación. Y cascan bien. Pero si estos movimientos crecen y se multiplican,
no les sería tan fácil.
H.- ¿Podemos hacer algo?
S.- Tenemos una sugerencia. Una
propuesta. Es, sobre todo, un proyecto para los jóvenes. Primero por eso,
porque son jóvenes, y segundo porque son y serán los más afectados. Tenemos que
dejarles que hagan. Les rallamos demasiado y ellos son la vida, la ilusión, la
alegría, la energía, el futuro.
Eso no quiere decir que los demás, los
de cierta edad, no tengamos que actuar; todo lo contrario. Europa esta
envejecida y nosotros con ella.
¿Cómo? Donde más le duele y teme el
asesino sin rostro: a su poder económico; sin él no es nada. Dejando de hacerle
el juego, no consumiendo sus productos, por ejemplo, o luchando contra las
injusticias de una forma u otra.
H.- ¿Y cómo empezaría?
S.- Tenemos un medio magnífico que
tiene un poder universal. Internet.
H.- De acuerdo. Pero, ¿cómo se hará a
través de Internet?
S.- Proponiendo una página web como
punto de partida. Será como un lugar de encuentro. Compartiremos opiniones,
comentarios, ideas. Para las decisiones habrá un comité variado. Biólogos,
ecologistas, filósofos, economistas, activistas… que entre todos decidirán qué
campaña emprender según las propuestas. Se filtrará el exceso de campañas
posibles, para no saturar y así ser más efectivas. Pocas pero contundentes.
Aprendiendo día a día sobre la marcha, corrigiendo si es necesario. Todo muy
humildemente (tendréis que confiar).
Hay poco que perder y mucho que ganar.
Además tenéis la garantía que no nos moverán los fines económicos, eso os lo
puedo garantizar con mi palabra. ¿Qué sentido tendría?
Esta web tendrá una identificación, un
distintivo como un sello de origen que la pueda diferenciar de otras y así
poder confiar en su autenticidad. Solo podrán adherirse personas presentadas
por un amigo que ya esté dentro. Es un primer paso, un lugar para unir a los
sin voz, para dejar de quejarse y criticar y empezar a actuar, dándonos un
empujoncito entre todos.
¿Por qué no probarlo? Acabamos de
vivir dos intentos, que han sido el de apagar las luces cinco minutos y el de
los teléfonos móviles, con resultados malísimos, pero algo es algo.
La dirección es www.acambiar.com. Cuando entréis en la
página encontraréis toda la información más ampliada.
H.- Mucho me temo que esta iniciativa
se quedará en nada.
S.- Danos una oportunidad. Es difícil,
pero lo intentaremos.
H.- Vamos a por un tema personal. Tú
estás divorciado y tienes una nueva pareja. ¿Quieres hablar de eso?
S.- ¿Por qué no? El divorcio para mí
es un concepto difícil estructuralmente, demasiado rígido, no creo en ese
concepto. Opino que cuando amas y alguno de los dos se separa no tienes por qué
dejar de amar, así, sin más. El divorcio no es una goma de borrar.
El amor, cuanto más leo, más escucho,
más me doy cuenta de que es una verdad universal; es un don que tenemos todos,
o casi todos. Amar a tu pareja, amar a tus hijos, amar a tus amigos, amar a los
animales, a la naturaleza, en fin, mil formas de amar. ¿Como puedo dejar de
amar a la madre de mis hijas?
H.- Pero no se puede vivir amando a
todas horas.
S.- Hay días en que ese amor
desaparece, porque no estás en paz con el mundo, nuestro corazón está cerrado.
Pero si lo trabajas, más amor generas. Es un problema interior que tenemos que
desbloquear.
H.- Del amor se pasa al odio con
facilidad, parece. Un tema difícil.
S.- Sí, aparece el rencor, la rabia,
la ira, el despecho. Hay que entenderlo, empatizar y seguir todo lo cerca que
puedas y te dejen. Y deberíamos estar un año, dos, tres, cuatro, cinco, los que
hagan falta, hasta lograr la paz. Acabar con las culpas que nos atormentarán
siempre.
Compartimos alegrías y penas, éramos
uno, ¿y ahora enemigos? Me niego a verlo así.
H.- Siempre sale alguien más dañado en
las separaciones.
S.- Sí, y cada cual debería
saber o sentir si siente la obligación y el compromiso de cuidarle como lo
había hecho antes de la separación. No dejarle desamparado hasta que esté
recuperado del dolor que le provocaste.
Y, sobre todo, los hijos no pueden
sentir la anulación de la figura paterna o materna. Los niños necesitan esos dos
pilares, padre y madre; aunque ya no vivan juntos tienen que sentirlos cerca.
Siempre tenemos que pensar primero en nuestros queridos hijos.
H.- Pero el amor se acaba, como todo.
¿O no?
S.- Se transforma, evoluciona, se acaba
el enamoramiento, pero no el amor. Todos sabemos que el amor es «la droga por
excelencia», tiene un principio muy fuerte que nos nubla los sentidos. Es un
estado que, para mí, podría definirse próximo al éxtasis.
La música la sientes como nunca, el
sol brilla, la vida es hermosa, la pasión es total... todo es fantástico. Una
sensación de pura química que engancha.
Con el tiempo esas reacciones químicas
van desapareciendo lentamente y entras en otro proceso distinto del cual hay
que ser consciente y valorarlo.
H.- Y el sexo...
S.- Otra cosa es el sexo. Es una
descarga, algo que te puede alejar de la realidad durante un tiempo, nada más.
Luego, vacío.
H.- No sé si es la propia naturaleza
lo que le hace ser así al ser humano.
S.- El hombre, por naturaleza, es
polígamo. Y tenemos que cambiar esa naturaleza porque el sistema lo ha
organizado así. Pero el sentido del ser humano es el de procrear para perpetuar
la especie, tan simple como esto, nada más.
Pero el sistema te dice: «no, cuando
encuentras una pareja te casas y debes pasar toda la vida con ella».
H.- En España hemos pasado en poco
tiempo de ser uno de los países más mojigatos en el tema del sexo a ser la «avanzadilla».
S.- Cuando veo en la prensa tantos
anuncios eróticos, alucino. Cada espacio pequeñito cuesta 240 euros diarios. Y
está lleno de esos pequeños anuncios. Calcula el dinero que se gastan al mes en
hacerse publicidad.
H.- Eso es que cubren gastos, por lo
menos.
S.- La mayoría de los que van a esos
lugares son hombres casados. Luego nadie reconoce haber ido. Esta es una
hipocresía más de la sociedad moralista.
H.- Volviendo a la pareja...
S.- La convivencia diaria, en algunos
casos, y la rutina que se adquiere, matan al amor. A la pareja no se le puede
pedir tanta intensidad de convivencia. No se puede estar siempre en el subidón.
Levantarse, desayunar, comer, cenar, viajar... te anulas como persona. Son dos
vidas que conviven demasiado tiempo juntas. Se interfieren entre ellas. La
convivencia despersonifica con el tiempo y se debe estar atento.
Cuando te divorcias y te quedas solo
recuperas parte de tu personalidad. Y recuperas esa esencia porque estás solo.
Vuelves a ser tú. Pero a la vez es a lo que tememos la mayoría.
H.-...
S.- Una de las cosas que deberíamos
tener en cuenta siempre al tener pareja es aceptarla y no querer cambiarla. No
manipularla.
Pero como el enamoramiento nos nubla
la vista, se juega a ser el encantador y la encantadora, no somos objetivos y
no vemos a la persona en su totalidad. Después, con el paso del tiempo, viene
el querer cambiarla.
Con la rutina tendemos a sacar lo peor
de cada persona, y nos olvidamos de como era cuando la conocimos, de porqué nos
enamoramos de ella, y dejamos de valorarla y apreciarla.
H.- Pero alguna solución habrá.
S.- Si la otra parte es feliz, tú
deberías serlo también. Evitar el egoísmo. No hay que pensar que todo lo que
nos gusta a nosotros, a uno mismo, tiene que gustar a la pareja. Y respetar sus
gustos al mismo tiempo que los tuyos. Crear como el cordón umbilical que te
unió a tu madre.
Significa que esté donde esté, por muy
lejos que sea, sigo unido a ella. No hay miedo al abandono. Si por las
circunstancias que sean tienen que estar separados, les sigue uniendo ese lazo,
esa complicidad.
Tenemos que buscar nuestros espacios,
nuestros momentos. De lo contrario no crecemos, decrecemos.
H.- ¿Prescindir de ese sentido de
posesión que nos caracteriza?
S.- Totalmente. Ese es un tremendo
error. El amor es la antítesis de la posesión. Si tu pareja es feliz, tú eres
feliz. Ese lema es el que debe presidir la relación. Pero aunque es sencillo de
enunciar es complicado de llevar a cabo.
Imaginemos que estás solo en casa y
echas de menos a tu pareja, quieres que venga para estar con ella, ir a tomar
algo, al cine o lo que sea, que colme tus carencias, y no se cumple tu deseo.
Pues te fastidias. Tu pareja está perfectamente con amigos o haciendo lo que le
apetece. Y deberías disfrutar serenamente, con tus propios recursos, de lo bien
que lo está pasando… Si no lo comprendes no podrás amarla de verdad.
H.- Todo esto es muy bonito sobre el
papel, pero los problemas diarios de convivencia, económicos, de educación,
profesionales, familiares… o sea, el día a día, no te permiten ponerlo en
práctica. De ahí tantos divorcios. Mírate a ti.
S.- Pues precisamente porque lo he
vivido te lo estoy contando. No supe ponerlo en práctica. Ahora, con mi pareja,
lo intento con mucha dosis de paciencia, diálogo, enfados por defender nuestros
espacios individuales y comunes, tratando de encontrar una fórmula justa para
nuestra relación, compatible con las circunstancias personales de cada uno de
nosotros.
H.- ¿En definitiva, pareja sí o no?
S.- Me gusta ver parejas ya maduras,
cogidas de la mano, serenas, en paz. Me gusta la familia numerosa y unida.
H.- ¿El amor a los hijos es el amor
perfecto?
S.- El amor a los hijos es el más
bonito, probablemente porque no existe el egoísmo, más bien el sacrificio. No hay prejuicios, no hay análisis (esto lo quito) Hay aceptación. Es el amor puro.
Es instintivo, brota de uno. Comprendes que una madre o un padre puedan morir
por un hijo. Cuando mis padres me decían que darían su vida por mí, no lo
entendía. Tienes que tener hijos para comprenderlo.
H.-...
S.- Esto me lleva a un tema que
considero muy importante: la educación en los colegios.
Estamos en un sistema escolar
represivo, que hace que los niños solo se preocupen de sacar buenas notas por
el miedo al suspenso, y crean ansiedad y estrés.
La sociedad condiciona y contamina la
mente del niño y destruye su inocencia. Habría que educar con amor, dándoles
cultura y sabiduría, pero no solamente para competir, triunfar o ser aceptados
y respetados en la sociedad. Acabar con los estigmas de parado, separado,
jubilado, lesbiana, arruinado, deprimido, vagabundo…
Cambiar el concepto que impera de
individualismo, de posesión, de propiedad. No somos lo que tenemos sino lo que
somos. Enseñar a buscar dentro de uno mismo y así ayudarles a que descubran lo
que les gusta y quieren en la vida. Quién es en esencia. Prepararles
emocionalmente. Desvelarles verdades fundamentales de la vida, sin ocultar
realidades que nos atemorizan. Salir más a la naturaleza, aprender de ella.
Hablarles de la paz interior, del silencio, de la muerte, de la melancolía, del
miedo, del amor, de la tolerancia, de la soledad... conceptos que nadie explica
nunca y que forman parte del despertar.
Y, por supuesto, debe ser una tarea
compartida con los padres en la misma responsabilidad.
H.- ¿Hablamos de tus padres?
S.- Mi madre, Ethel, nació en Ortisei,
un pueblo pequeño de la Val Gardena en el norte de Italia. Fue hija de madre
soltera, y cuando mi madre tenía tres años, la abandonó y se quedó al cuidado
de su tía. Como en el cuento de Cenicienta, realizaba las tareas más duras de
la casa. No tuvo una infancia muy feliz. A los dieciocho años decidió marcharse
y empezó a vivir su propia vida. Pasó por Roma, Madrid y por fin se instaló en
Barcelona, donde conoció a mi padre, Guillermo.
El era el típico comerciante catalán.
Muy fácil, muy llano y con sentido del humor. Guapo, deportista, seductor, un latin lover. Se casaron ya mayores. No
fue una relación fácil. Yo sentía que mi madre no era feliz con las
expectativas que esperaba de su matrimonio. Al no poder divorciarse ni llevarme
con ella al extranjero, mi madre llevó una vida melancólica y triste. Sé que
absorbí mucho sufrimiento inconscientemente.
Supongo que a mi madre le dolería
escuchar esto, porque los hijos no tienen nunca que recibir las carencias de
sus padres. A mi ella me las transmitió sin darse cuenta. Esa sonrisa ingenua,
inocente, llena de amor es la que nos confunde ante esos ojos que nos creemos
que no ven y esos oídos que creemos que no oyen.
Ahora sé que muchos de mis
condicionamientos actuales ante la vida vienen dados por mi infancia. Ahora me
gustaría tener charlas con ella, pero ya es imposible.
Recomiendo a todo aquel que
tenga temas pendientes, cosas por aclarar, proyecciones frustradas,
incomprensiones, temas callados, que procure hablar con ellos y acabar con
fantasmas y malentendidos que hayan podido producirse en años pasados. Acabar
con culpabilidades y reproches. Hacer las paces. Este sí es un gran consejo.
Tengo que decir que aunque
la relación entre mis padres fue dura, los dos me adoraban. Y yo a ellos.
H.- ¿Qué sientes con el paso del
tiempo?
S.- Antes todo lo vivía más
inconscientemente. Ahora tengo más conciencia de lo que es el amor, la vida, la
amistad, los hijos, el dolor, el tiempo. Todo se ha ido haciendo más real.
El motor de la vida es la ilusión, la
pasión; cuando eres joven todo está por vivir.
H.- ¿Y ahora?
S-. Ahora ya tengo mucho por detrás.
Estoy en la segunda etapa de mi vida. Y quiero aprovecharla para enfrentarme a
todo aquello que tengo pendiente, antes de que el tiempo se acabe. Es
interesante intentar cumplir con los deberes.
H.- ¿A qué deberes te
refieres?
S- Cada uno tiene los suyos personales
y sabe cuales son.
En mi caso personal, como ya te dije,
ir encontrando la serenidad poco a poco, que no se me agrie el carácter con la
edad, no perder las ilusiones y empezar cosas nuevas. Como por ejemplo estudiar
auxiliar de enfermería el año que viene. Me hace ilusión.
H.- ¿Entonces, deduzco que ahora tu
motor será evitar la ansiedad?
S.- Sí, entre otros. Llámalo
inquietud, ansiedad, angustia, existencialismo, como quieras. El caso es que,
reciba el nombre que reciba, es muy pesada y nos impide vivir al no dejarnos
ser libres.
Por un lado es buena, porque te hace
mover, buscar, crear, ser inconformista, pero por otro lado provoca una
insatisfacción permanente, que no te deja saborear, valorar o apreciar los
momentos. Vives ansiosamente porque no estás en paz, piensas más en el mañana
que en el ahora, por lo que no vives.
Todos sabemos que a esto se le llama
miedo y que esta ansiedad es la huida. Y de tanto vivir así te vuelves un
adicto a ese comportamiento.
H.- ¿Hay muchos tipos de adicciones?
S.- Creo que todo en la vida es una
adicción de una forma u otra. Emocional o física. Puedes llegar a afirmar cosas
que muchos no logran entender nunca, como Jean-Paul Sartre cuando escribió «mi
vida no tiene sentido sin fumar».
H- Entonces, tú que no has podido
dejar de fumar, ¿opinas como Sartre?
S.- Sí. Calma mi ansiedad. Mi
adicción, aquí y ahora, me hace pensar así. No yo. Soy una víctima de mi
adicción y debilidad que no controlo.
H.- Has mencionado el aquí y ahora.
¿Le das mucha importancia a ese concepto de lugar y tiempo?
S.- Mucha. Si consigues entenderlo y
practicarlo es que entonces no corres. No huyes de ti. No te preocupa
aburrirte, no temes al futuro, vives el momento de verdad, la vida. Hay paz,
tranquilidad, serenidad.
Me interesa saber sobre el pasado y el
posible futuro. Pero el pasado es inalterable y el futuro no ha llegado aún.
Así pues, lo que me interesa es el presente, el ahora y la gente que vive al
mismo tiempo que yo. Me hace sentir solidario con todas las personas y seres
vivos que habitan en este mismo lugar y en este mismo momento de vida. Porque
son mis contemporáneos y su bienestar o malestar lo comparto a la vez.
La contemporaneidad me apasiona. Dentro
de una pura cabalística de probabilidades tiene mucho de romántico el que todos
ahora compartamos este momento en la historia de la vida.
H.- Un inconsciente es más feliz que
una persona consciente.
S.- Tiene su miga. Me lo planteo muy a
menudo. Teóricamente, el inconsciente no se cuestiona la vida, o quién es, no
tiene crisis de angustia. Desde luego puede tener otros sufrimientos, pero no
busca respuestas. ¿Entonces podría afirmar que sufre menos emocionalmente? Pues
sí, es más feliz, solo que no lo sabe.
«Pienso, luego existo» o «Pienso,
luego no existo» ¿Difícil no?
A mi personalmente cada día me tira más
la segunda. Pero me temo que no hay elección, no hay vuelta atrás.
Te contaré un cuento breve muy bonito
sobre el despertar a la conciencia que seguro que ayudará a que se entienda
mejor este tema.
«Una rana preguntó a un ciempiés “¿Cómo
decides qué pata mover antes y cuál después con las cien que tienes?”
“He andado toda mi vida así y nunca he
pensado en eso” –respondió el ciempiés.
Pero el pensamiento ya había entrado
en él por primera vez en su conciencia.
"En realidad tiene razón la rana,
debería saber qué pata debo mover primero", pensó. Y se quedó en el lugar,
sin moverse, pensando, hasta que finalmente se cayó.
“Por favor –le dijo a la rana–, no le
hagas esa pregunta nunca a ningún otro ciempiés. He caminado toda mi vida tan
feliz y nunca había sido un problema y ahora no puedo moverme, no sé cómo debo
mover mis cien pies”».
H.- ¿Y si banalizamos un rato y nos
relajamos? ¿Un color?
S.- He estado catorce años con el
naranja. Ahora, blanco y dorado.
H.- Un número.
S-. Siete.
H.- A mí también me gusta el siete.
S- No somos nada originales (risas).
Mucha gente tiene el siete como favorito. El setenta por ciento de la población
debe tener el siete como número preferido. El siete es un número bonito. Yo
nací el siete de abril del 57. En fin... el siete, sí.
H- Tu letra favorita.
S- Z, W y K. Me gustan las letras poco
comunes.
H- ¿Le das importancia a la ropa?
S- A veces sí y otras nada. Siempre he
vestido igual: bambas, tejanos, camisetas y gafas de sol; éstas últimas creo
que las utilizo, aparte de por necesidad, como protección, es realmente una
manía que he adquirido. Sólo me las quito de noche.
Cuando era pequeño me parecía que algunas
cosas tenían glamour. Ahora del glamour hemos pasado a la horterada.
H.-
Una canción.
S.-
Every Breath you take. Y Te busco, de Celia Cruz.
H.- Una película.
S- No puedo, serían demasiadas las que
citaría. ¡Me gusta tanto el cine!...junto al amor es mi gran escapatoria de la
vida real.
H.- Entonces un director de cine.
S.- David Lynch y siete más.
H.- Un país.
S.- Muchos. Pero me jode la gente que
cuando regresan de un viaje siempre te cuenta que ha sido fantástico. ¡Y un
jamón! Algunos son un coñazo.
H.- ¿Libro?
S.- El amor en los tiempos del cólera.
H.- ¿Un personaje que te gustaría ser?
S.- Robert Redford en Memorias de África.
H.- ¿Qué estás leyendo ahora?
S-.Tu
eres luego yo soy, de Satish Kumar, antes ya mencionado.
H.- Algo de televisión que te haya
marcado o que recuerdes especialmente.
S.- En series, Twin Peaks... más atrás, Viaje
al fondo del mar, cuando era un crío. Ah, y también Retorno a Brideshead. Al margen de series, algunas tertulias que
moderaba Sánchez Dragó. Y poco más. Lo que no entiendo es que una televisión
pública a nivel estatal como TVE permita que recibamos esta cantidad de
contaminación emocional; y de las privadas ya ni te cuento. Lamentable.
H.- ¿Un consejillo?
S.- Diría muchos, pero así de pronto… No
te enamores nunca de un hijo único.
H.- Volvamos a la carga con lo
emocional o vital.
S.- OK.
H.- ¿Cuál es tu verdad fundamental?
S-. Ante todo, la salud física. Que
hay sufrimiento físico. Que muchos lo están padeciendo ahora aquí o lejos y esto
es una putada. Con dolor es terrible vivir. Este cuerpo tan complejo nos puede
jugar malas pasadas.
Luego estaría la coherencia con tu ser
interior. La paz. Puedes llamarlo esencia, espíritu, alma... lo que quieras.
H.- ¿Qué es
ese ser interior?
S. - El ser espiritual que todos
llevamos dentro, el que esta por encima de todo. El que nos da paz, plenitud.
Nada te perturba. Viajas como el viento a ninguna parte. Eres. Estás.
El que está escondido mientras vamos
interpretando los personajes que nos marca la sociedad, los padres, nuestros
temores, las locas ganas de gustar a todos o nuestro tremendo ego, y lo
relegamos a un desván donde lo olvidamos, por lo que no podemos ser felices.
El ser interior te quiere y se
preocupa de ti, te da toques pero casi no le hacemos caso.
H.- ¿Crees que hay otras
vidas en el universo?
S.- Con lo enorme que es,
¿cuánto espacio desaprovechado si no fuese así, no?
H- ¿Se está tan bien en el otro mundo
que nadie vuelve? ¿O nadie vuelve porque no hay otro mundo?
S.- No sé contestarte a esa pregunta.
H.- Me quedo con la de Woody Allen,
que dice que no sabe si habrá algo más allá pero que, por si acaso, se llevará
una muda de calzoncillos.
S.- (Risas)
H.- ¿Te preocupa envejecer?
S.- ¿Quieres que te mienta? Me molesta
ir comprobando como pierdo la memoria, como mi cuerpo se deteriora, como mi
energía se va evaporando. A mi ego le jode saber que moriré.
Pero no debemos hacer caso al sistema
opresor que nos dice hasta como tenemos que envejecer, como comportarnos,
sentirnos, vestirnos, trabajar. ¡Anda ya! Olvídate y siéntete como te dé la
gana.
Envejecemos porque queremos. Todo está
en la mente. Obviamente, el físico no es el mismo.
Ya que estamos, ¿cómo podemos cuidar
así a las personas llamadas de la «tercera edad»? (que expresión tan horrible),
¿otro estigma social? Apenas sin recursos, esperando su final. Justamente
cuando más tendríamos que cuidarlos. A los niños, todo; a los ancianos, nada.
H.- ¿Cómo crees que será tu muerte?
S.- Depende de como haya vivido. De
ahora en adelante, a partir de una cierta edad, es importante prepararse para
la muerte y corregir, si estás a tiempo, temas pendientes. Un día pensé que la
meditación perfecta debía ser la muerte. ¿Si me acojona? ¿Quieres que te mienta
otra vez?
H.- Pero es la nada.
S.- Claro. Es la gran meditación
final. Nada. El cero absoluto, la perfección. Como antes de nacer.
H.- En el fondo, ¿hay mucha diferencia
entre unas religiones y otras?
S.- No me gusta el término religiones.
Yo creo en Buda, Jesús, Mahoma, Confucio, grandes hombres, seres maravillosos,
humanos como nosotros. Todos sus mensajes y enseñanzas son muy parecidos.
H.- ¿No hay mucho impostor dentro de
este mundillo, llamémosle espiritual?
S.- Sí, sobre todo en estos momentos
tan confusos y necesitados de la espiritualidad; creo incluso que se está
empezando a rozar la frivolidad. Suerte que pronto se delatan. Si ves que
hablan con entusiasmo, con el corazón, con humildad, sin imponer o en silencio,
que no sacan ningún beneficio de ello, entonces es cuando hay que escuchar. Y
que difícil resulta algo tan sencillo como callar y escuchar, lo sé por
experiencia.
H.- ¿La autointrospección es
constructiva siempre?
S.- No, en absoluto. Puede derivar en
un proceso destructivo. Aún así tendemos a la introspección de una forma
natural, casi instintiva.
No solo se buscan
respuestas, ese sentimiento espiritual o místico ya está implantado en el
hombre, está en nuestros genes. Sentimos una necesidad de búsqueda del porqué
de nuestra existencia.
Einstein ya dijo que «lo místico
es la fuente de toda ciencia». Pero lamentablemente vivimos de espaldas a la
realidad, y a la muerte en especial, porque duele.
H.- ¿Cómo has llegado a alguna de
estas afirmaciones?
S.- Todas las cosas que he probado o a
quienes he consultado, como astrólogos, gurús, psicoanalistas, meditadores,
médicos de muchas culturas, religiones, ciencia, conferencias, debates... me han aportado cosas interesantes, nuevos
conocimientos que me confortan y ayudan en mi proceso, pero no a encontrar una
fórmula mágica que me dé la serenidad. Ese es un trabajo personal y en
solitario que requiere práctica, paciencia y constancia.
H.- ¿Entonces?
S.- Humildad mortal.
H.- ¿Suicidio?
S.- No nos gusta hablar de ello; nos
da mucho respeto.
H.- ¿Llega un momento en el que se
encuentra la paz?
S.- Algunos me han dicho que sí. Lo
que es cierto es que tus agregados, tus miedos, tus fantasmas estarán ahí toda
la vida. Por mucho que hagas para esconderlos, reaparecen. Hay que
reconocerlos, hacer las paces con ellos, aceptarte a ti mismo y tus
circunstancias, por muy dolorosas que sean.
Pero también a la vez debe compaginarse
con acción, comprobando que dando recibirás más y te ayudará en tu camino. Si
no te volverás un egoísta obsesivo que solo piensa en sí mismo. Y no sabes a cuantos
he conocido de esos.
H.- En general, ahora se dice que la
felicidad son momentos.
S.- Sí, es lo que se suele decir. Pero
dicen que hay un estado de plenitud permanente que sería lo más aproximado a la
llamada felicidad. Un día, un maestro en la meditación Zen, respondiendo a la
pregunta de si era feliz, contestó que había momentos en los que no lo era. Me
parece una buena respuesta.
H.- ¿Drogas?
S.- Ojo.
H.- ¿Crees en el libre albedrío?
S.- Todo es libre albedrío,
o si lo prefieres, todo es causa efecto. Dentro del caos hay un orden perfecto.
La vida es «campi qui pugui»,
como el dicho catalán. En sí, todo se basa en perpetuar la especie, nada más.
Todo ser vivo tiene el instinto egoísta de la supervivencia. Llevamos el «gen
egoísta».
Todo vale.
H.- ¿Religión?
S.- Sus personas, Jesús, Buda,
Confucio, Mahoma. Los más grandes protagonistas de la historia del ser humano.
Luego se espesa todo y se vuelve denso, cargante, depresivo.
El Taoísmo, el Islamismo, el
Cristianismo, el Judaísmo, el Budismo, todas más o menos dicen lo mismo y tiene
unos valores éticos que a veces es bonito escucharlos pero parecen difíciles de
aplicar, de practicar, dado como está el mundo ¿no?
H.- ¿Cosas buenas?
S.- Muchas. Amor, cine, amigos,
música, flores, sexo, niños, pasear, emociones, lluvia, tiempo, humor, ciencia,
familia, mar… Se pueden perder cosas, pero no el tiempo. El tiempo es imposible
de recuperar. Recuerda, como dice el anuncio de televisión, que tienes 1.440 minutos
cada día para gastarlos como tú decidas y cada día te los vuelven a regalar de
nuevo.
La primera vez que vi este anuncio no
valoré la intensidad de su contenido, pero ahora me parece brutal el mensaje.
Piénsalo, cuéntalos y valorarás la importancia que tiene gastar tontamente cada
uno de los minutos de tu vida, es muy gráfico.
También me gusta la ética. Es como un
norte, una guía, para el ser humano en su amplio sentido. La vida es un
milagro, un misterio y a veces siento como si sobráramos en este milagro y por
eso la ética es necesaria. Nos recoloca.
Y la ciencia, me apasiona cada día
más.
Ah, se me olvidaba, y las mujeres…
H.- ¿La mujer tiene todavía mucho que
recorrer para la igualdad real con el hombre?
S.- Sí, pero lo recorren cada vez más
deprisa. Quizás les falta un poco más de sentido del humor y así tomarse
algunas cosas más a la ligera y ser menos rivales entre ellas. Pero ellas son
las fuertes.
¿Cómo consiguen trabajar ocho horas,
comprar la comida, arreglar la casa, hacer los deberes con los niños, bañarlos,
darles la cena y estar de buen humor para cuando llegue su maridito del trabajo y encima, según ellos, agotados y
quejosos? Y así es en todas las culturas que conozco.
Hablando de mujeres, quisiera
mencionar a las misioneras y a las enfermeras. El trabajo de las misioneras que
realizan en casi toda África, India, Bolivia, Perú y en tantos otros lugares,
es pura vocación y este espíritu las lleva a atender, cuidar, lavar a enfermos
en sus hospitales, a tener un huerto, una escuela, luchar con una entrega total.
En cualquier país han hecho más que nadie por la población nativa. Y han
sufrido siempre las peores consecuencias de las guerras y los enfrentamientos.
Son ejemplares. Una especie en extinción.
También quiero mencionar a las
enfermeras que tenemos aquí mismo, en cualquier hospital, ¡que poco reconocidas
y valoradas están en su trabajo diario!
H.- Vas en bicicleta por la
ciudad ¿no?
S.- Yo descubrí la bicicleta
por la tecnología. Porque apareció en el mercado una bicicleta eléctrica, con
la que no te agotas, ni sudas, vas cómodamente sentado, pedaleas lo justo,
haces ejercicio pero no te destrozas. Aparcas donde quieres, te pones música y
te desentiendes de todo. Tomas conciencia de tus desplazamientos y cambias tu
estilo de vida. No hay tanta prisa. No te contagias de las prisas y mala
energía que producen los pesados desplazamientos entre atascos e insultos
¿Te das cuenta que en la ciudad
siempre corremos, vamos apresurados e inclusos ansiosos? Parece como si tuviera
que ser forzosamente un lugar estresante, si no, no es ciudad. Tenemos que
cambiar nuestras ciudades urgentemente. Hacerlas más humanas. Y a mi me gusta
vivir en ella, pero podría ser mejor.
Podríamos empezar por introducir lo
que algunas ciudades ya están probando. El movimiento show (despacio), que no es más que aplicar este tempo a
todas nuestras acciones diarias. Hay tantas medidas que se podrían aplicar
fácilmente y cambiar esa idea de ciudad.
H.- Estamos en ello.
S.- Sí, pero poco contundentes y
lentas.
H.- Antes de terminar, ¿deseas añadir algo
más?
S.- Se quedan muchas cosas en el
tintero… tiempo y ocasión habrá, tal vez, para hablar de ellas. Pero sí quiero
mencionar a Epicuro. Me ha sorprendido, al leerle, con sus teorías. Epicuro
(341 antes de Cristo), para mí, es como el primer hippie de la historia.
Genial. Me identifiqué totalmente con su pensamiento y su manera de ver la
vida. Para él lo más importante eran la amistad y la reflexión. Estos eran sus
tesoros. Siempre le molestó trabajar para alguien e instauró lo que podría
llamarse una comuna, aceptando un estilo de vida simple. No tendrían dinero,
pero no recibirían órdenes.
Su casa era como una gran familia
donde solo cabían la simpatía y la amabilidad. Se alimentaban de un gran
huerto.
Para él, somos felices si no padecemos
dolor. Si carecemos de ropa o alimentos tenemos que disponer de dinero para
tenerlos, pero una vez evitados los sufrimientos físicos, la felicidad la
encontraremos en las pequeñas satisfacciones... charlar con un amigo, tener
limpia la casa, jugar con un hijo. En resumen, venía a decir que si tenemos
riqueza sin amistad sin libertad ni vida reflexiva, nunca seremos felices de
verdad. Si gozamos de estas cosas, entonces, aun careciendo de fortuna, seremos
infelices.
Debido a lo que denominaba «opinión
sin sentido de quienes nos rodean», nos dejamos llevar por una búsqueda de
reconocimiento a través de la riqueza o el poder (ego).
H.- Al final, volvemos siempre a los
clásicos. ¿No quieres decir una frase de esas que impacten?
S.- Hay saturación de frases ahora en todos
los libros. De todos modos, sólo estoy orgulloso de una creada por mí, al
intentar razonar lo que la gente cree que es buena suerte o mala suerte.
Y la defino así: «La suerte es simplemente
un cúmulo de circunstancias que convergen en un momento».
También quiero mencionar las dos
expresiones para mí más trascendentales en la vida
Te quiero.
Ha muerto.
EPÍLOGO
Al final todo es bla, bla, bla y la
acabamos palmando todos igualmente.
Bueno, mañana será otro día.
Sergio
Durany
Mejor leerlo en papel.
ResponderEliminar;))